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La gestión de las emociones desde una mirada holística

La gestión de las emociones desde una mirada holística

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“Cuando no podemos cambiar la situación, estamos desafiados a cambiarnos a nosotros mismos” Viktor Frankl

En un instante de ira, se puede destruir una relación que ha llevado años construir. Pero también una sonrisa radiante de placidez puede mejorar un mal día. Las emociones influyen en la forma en la que nos comunicamos y relacionamos con los demás y con el entorno, y por eso saber manejarlas es fundamental. En este artículo te ayudamos a entenderlas mejor y a aprender a gestionarlas inteligentemente. ¿Quieres saber cómo? ¡Sigue leyendo!

El cuerpo, en su infinita sabiduría, ha creado una especie de alarmas que nos permiten reaccionar a una serie de estímulos externos que bien pueden ser positivos o negativos, llamados emociones. Los psicólogos Don y Sandra Hockenbury, las definen así: «Una emoción es un estado psicológico complejo que implica tres componentes distintos: una experiencia subjetiva, una respuesta fisiológica, y una respuesta conductual o expresiva». 

Veamos qué significa cada uno de estos componentes: 

La experiencia subjetiva: Cada uno de nosotros es un mundo influenciado por múltiples factores internos y externos como la cultura, las creencias y las características propias de la personalidad; lo que hace que reacciones de formas muy diferentes ante eventos, circunstancias o estímulos. Ante la misma situación, cada uno puede experimentar emociones muy diversas. Por ejemplo, lo que a unos les produce risa, a otros los hace llorar.  

La respuesta fisiológica: ¿Has sentido mariposas en el estómago? ¿Tu cara se pone roja cuando sientes pena? ¿Te sudan las manos ante una situación de peligro? ¿Tienes ataques de risa nerviosa? ¡Tu sistema nervioso simpático es el responsable! 

Las emociones pueden causar respuestas fisiológicas involuntarias que no podemos controlar y aunque muchas veces creemos que están desligadas, el cerebro, especialmente la amígdala (un pequeño órgano que hace parte del sistema límbico) juega un papel fundamental en la manera cómo las vivimos. 

La respuesta conductual: Es la expresión de la emoción nos lleva a actuar, como la comprendemos y manifestamos. ¿Te ha pasado que no puedes evitar que tu tono de voz aumente o tu expresión se ponga más seria? ¡Estás reaccionando ante la emoción que estás sintiendo!

¿Sabes identificar cuáles son las emociones que sientes con más frecuencia? ¡Te contamos los tipos de emociones que existen!

¿Qué tipo de emociones puedo experimentar?

Emociones en pareja

En 1872, el científico Charles Darwin (si, el mismo de la teoría de la evolución) propuso en su libro “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” que las emociones humanas se dividen en siete grandes categorías: enojo, desprecio, disgusto, miedo, alegría, tristeza y sorpresa.

Sin embargo, una investigación realizada en 2018 por científicos de la Universidad de California y posteriormente publicada en “Proceedings of the National Academy of Sciences”, el portal oficial de la Academia Nacional de Ciencia de Estados Unidos, determinó que en el ser humano existen 27 emociones que se interrelacionan unas con otras. 

El estudio fue desarrollado con 853 hombres y mujeres con características demográficas diversas, que visualizaron vídeos destinados a producirles sensaciones relacionadas con una amplia gama de emociones. Los más de dos mil videos utilizados tenían diferentes temas como nacimientos y bebés, bodas, pedidas de mano, muerte, arañas, serpientes y escenas sexuales entre otras. 

La emociones que lograron identificar fueron: admiración, adoración, aprecio estético, diversión, ansiedad, asombro, incomodidad, aburrimiento, calma, confusión, anhelo, aversión, dolor empático, embelesamiento, envidia, emoción, miedo, horror, interés, alegría, nostalgia, romance, tristeza, satisfacción, deseo sexual, simpatía y triunfo. 

Lo anterior es clave puesto que mientras más acertado sea el proceso de identificar la emoción que sentimos, será mucho más fácil gestionarla de forma inteligente. ¿Pero cómo se hace eso?

¿Cómo gestionar las emociones desde una mirada holística?

Esencias florales

La mirada holística busca analizar algo como un todo, desde las distintas partes que lo componen. En el caso de las emociones, implica identificar exactamente lo que estamos experimentando, la causas que lo generan y las repercusiones que genera en nuestra salud tanto física como mental.  

La medicina holística ofrece múltiples herramientas que nos permiten gestionar nuestras emociones de manera inteligente, te contamos tres de ellas:

  1. Terapia mente-cuerpo: se basa en la premisa de que los pensamientos están directamente relacionados con la salud corporal. Busca la interacción que existe entre el movimiento del cuerpo y la mente para encontrar el equilibrio. Algunas de las disciplinas más conocidas son: el Yoga, el Mindfulness y el Tai-Chi. 
  1. La psicología holística: busca transformar el yo, corporal, mental y emocional. La psique integra el inconsciente de la personalidad para que las emociones puedan ser  identificadas y tratadas; partiendo del desarrollo de la identidad propia de cada individuo. 
  1. Las esencias florales: son preparados vibracionales que combinados con agua mineral conservan las cualidades energéticas de las flores y toman sus propiedades curativas. Por lo anterior, te ayudan a aclarar la mente y controlar las emociones, no desde los síntomas sino desde las causas que las originan, por lo que son un excelente apoyo para tratamientos tanto rápidos como permanentes.

Un gran ejemplo de esto es el famoso Rescate, una combinación de esencias florales para tomar en situaciones de emergencia; especialmente cuando ocurre algo fuera de lo común o se tiene dificultad para responder a exigencias emocionales.

¡En QUANTA, queremos escucharte y apoyarte! Conéctate con nosotros a través de Facebook e Instagram para recibir consejos y recordatorios que te ayudarán a gestionar correctamente las emociones para llevar una vida de BIENESTAR. 

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Un día en la vida de una persona con ansiedad

Un día en la vida de una persona diagnosticada con ansiedad

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No puedo explicar con certeza cuándo empecé a sentirme así. Ahora creo que fue desde niña. Hace tres años, en medio de una crisis en la que, literalmente, creí que iba a morir, entendí que eso con lo que había convivido toda mi vida no era normal. Busqué ayuda médica y fui diagnosticada con trastorno de ansiedad generalizada. Una enfermedad mental, algo difícil de asimilar. Con el tiempo aprendí que no es más que una alarma de mi cuerpo y mi mente pidiendo a gritos cambios radicales. En este artículo te cuento mi historia y cómo la medicina holística me dió herramientas para vivir mejor. ¿Quieres saber cómo lo logré? ¡Sigue leyendo!

Todo empezó un día normal, estaba feliz porque era el primer día de un trabajo muy importante. Al llegar, en un salón muy grande había unas veinte personas en diferentes escritorios, uno de ellos era el mío. Ahí sufrí el primer ataque de pánico. Comenzó suave, un pequeño mareo y un poco de pitos en los oídos, luego de tomar un café. Recuerdo que pensé que quizá estaba muy cargado. Con los segundos, el mareo empeoró y se convirtió en dificultad para respirar, opresión en el pecho, taquicardia y un llanto que no podía controlar. Me encerré en el baño, segura que me estaba dando un infarto. Tuve pánico de morir. Aunque nunca antes había sentido algo igual, el sentirme sola en un lugar lleno de personas, fue el detonante de un cúmulo de emociones que llevaban años gestándose en mi mente. 

Piensa en las diez personas más importantes de tu vida. Según las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS),  tres de esas personas sufren, o lo harán en algún momento, un trastorno relacionado con la ansiedad: ataques de pánico, agorafobia, fobia social, trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de estrés post-traumático o TOC, entre otras. 

como puedo tratar la ansiedad

Ese ataque de pánico fue el detonante pero no era, ni de lejos, el inicio de mis problemas de ansiedad, ni tampoco fue la parte más compleja del proceso. A los siete años, me orinaba en la cama porque me daba pánico levantarme para ir al baño. A medida que fui creciendo, los síntomas fueron cambiando: necesidad de ser querida y aceptada, pensamientos catastróficos recurrentes, problemas comunes que mi mente magnificaba, miedo constante a todo y a todos que terminaban por manifestarse en pesadillas, insomnio, sudoración y apetito desenfrenado. Nunca nadie lo notó, porque toda la energía de mi vida la invertía en parecer una persona extrovertida, amiguera y amorosa, lo que me producía más estrés. Empecé a vivir para ayudar y complacer a los demás, pensando que haciendo que me necesitaran, iban a amarme. ¡No me daba cuenta que algo no estaba bien!

Pero continúo, el día de mi ataque de pánico, inventé una excusa y me fui sola a una clínica psiquiátrica. Ahí me dí cuenta que lo que sentía tenía un nombre y que no era la única a la que le pasaba. Solo saberlo me quitó un gran peso de encima. Y aunque creí que era el final, fue solo el principio. Con el diagnóstico y la medicación los síntomas empeoraron. 

Al poco tiempo, mi mamá enfermó y murió. Yo, que lloro hasta en los comerciales, me quedé en shock. Así que decidí que la mejor opción era regresar al trabajo, si no pensaba en ello, quizá no existiría. A los tres días colapsé y esta vez, intenté atentar contra mi vida

No hacer el duelo de forma correcta fue la gota que derramó la copa. El miedo empeoró y se juntó a la sensación de que en cualquier momento iba a morir. Pensaba en mis hijos, en mi familia, en mis sueños. Me atacaba sin aviso, en cualquier momento o lugar y me dejaba paralizada. No quería salir de casa y evitaba acercarme a la estufa, los cuchillos o cualquier objeto que representara un riesgo. Solo podía dormir si antes me tomaba un cóctel de ansiolíticos. Me sentía sola, completamente sola y desubicada. Ni siquiera mi esposo e hijos, con quienes convivía a diario, parecían entender que aquello que sentía era muy real. Era incapaz de concentrarme en una tarea. El miedo y la angustia no me daban tregua. Y dentro de mí, los pensamientos recurrentes que me atacaban y no era capaz de controlarlos. ¡Toqué fondo!

Tratar ansiedad con medicina holística

Una noche me escribió una amiga para saludarme y me atreví a hablar con ella de lo que me estaba pasando. Ella había tenido una crisis similar hace poco, saberlo me alivió mucho. Nos sentimos totalmente identificadas. Ella me contó acerca de la medicina holística y me recomendó un profesional, con el que por primera vez me sentí comprendida, pensé que quizá había una luz al final del tunel negro y oscuro del miedo. 

Tratamiento holístico para la ansiedad

Empecé a asistir a psicoterapia holística, donde entendí que cada pensamiento es la semilla de una emoción y que es necesario “vaciar” todo lo negativo (pensamientos, emociones, hábitos) para poder sembrar y cosechar algo nuevo. Aprendí que el perdón es el mejor camino para sanar heridas del pasado y que yo tengo el poder necesario para transformar y gestionar las emociones que detonan mi ansiedad (y otras enfermedades como hipertensión e hipotiroidismo).

Ese fue el principio de una serie de cambios drásticos en mis hábitos y rutinas. Empecé a consumir alimentos ricos en antioxidantes, vitamina b, zinc, omega 3 y magnesio como aguacate, espinaca, salmón, espárragos, almendras, frijoles, frutas (manzanas, ciruelas y cerezas), bayas (moras, fresas, arándanos y frambuesas), verduras (alcachofas, col rizada, espinacas, remolacha y brócoli). Dejé el café y lo cambié por Spiruté de Cúrcuma, una infusión natural que tiene además cacao, pimienta, spirulina y jengibre.

Otro cambio importante fue organizar mis rutinas diarias para darle a cada cosa el tiempo justo y así tener tiempo libre para mi, empecé a hacer ejercicio físico, meditar, hacer yoga, mindfulness, escribir, escuchar música, leer o simplemente descansar. Me di cuenta que esto me ayudaba, no solo a aquietar la mente, si no que el miedo se disminuía. 


Finalmente, aprendí sobre las esencias florales, los compuestos homeopáticos y los aceites esenciales que me ayudan a controlar las crisis. Mi cóctel de ansiolíticos cambió por un botiquín más natural, con menos efectos secundarios; un compuesto de esencias florales: Mímulo, Lavanda, Cerasifera y Rescate; y un aceite esencial de nardo.

Esencias florales QUANTA

El trabajo personal de autoconocimiento y de cambio que he realizado en terapia no ha estado exento de dolor pero me he sentido acompañada y comprendida. Ha sido necesario ser muy constante y poner toda mi fuerza de voluntad para aprovechar la terapia, llevar a cabo los cambios de hábitos y no rendirme aunque los resultados no sean tan rápidos. El testimonio y apoyo de otras personas que habían recorrido un camino similar al mío resultó de gran ayuda. 

Ha pasado casi un año, la ansiedad no ha desaparecido ni ha terminado el trabajo personal que debo hacer cada día, pero el miedo ya no me domina, ni condiciona y no tengo ataques de pánico. Eventualmente los pensamientos negativos regresan, pero ahora tengo herramientas para transformarlos. No he cambiado por completo mis antiguos hábitos, pero ahora soy consciente del daño que me hacía y busco opciones diferentes. La terapia y el trabajo personal me han hecho consciente de múltiples actitudes y comportamientos que llevaba a cabo sin darme cuenta.

Finalmente, pude entender que cada caso es diferente y es necesario buscar apoyo de un profesional. Yo te comparto mi proceso pero te invito a que encuentres tu propio camino. Lo importante es que te des cuenta que no estás solo en esto y una vez que decidas pedir ayuda, no volverás a estarlo nunca.

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